jueves, 22 de marzo de 2012

NOSTALGIA DE BARRO, Libro de Robert Jara Velez.


Por Carlota Yauri
Hace pocos días tuve la suerte de recibir en mis manos el más reciente poemario del poeta Robert Jara, titulado Nostalgia de barro.

Apenas lo abrí sentí que se trataba de una lírica diferente. El secreto para saborear su poesía y sentir el ritmo de los versos que componen su libro es leerlo en voz alta y no en silencio como acostumbramos a hacer. Esta sensación me llevó a pensar: La lectura es en verdad una aventura que despierta a todos los sentidos.

La parte titulada “Nostalgia de barro” es el poemario que le da el título al libro, el cual está compuesto además por otras dos partes: “Cantata al silencio” y “Los abuelos de mis abuelos”. En “Cantata al silencio”, Robert Jara se inunda de una musicalidad tan llena de dulzura que al principio da la impresión que se tratara de una rima juguetona para niños: “pueblito/ polvorientas callecitas/ sombreritos de enea/ sombreando/ hileras de adobes/ de caña/ y de barro”. Este ingrediente (la dulzura), se encarga de llevar el compás de todo el poema desde el principio hasta el fin. Poema en el cual presenta a su terruño natal, en donde vivió su infancia. A la vez, a su pueblo lo convierte en su segunda madre: “me peinabas/ pueblito/ igualito que mamá”.

El hombre, es un animal de costumbres y todos amamos el hábitat en el que hemos nacido, pues ahí no solo encontramos consuelo, paz, cobijo sino que también sentimos que es nuestro territorio y esa sensación fortalece y engrandece a nuestro espíritu, lo cual es de vital importancia para el ser humano. ¿Quién en el mundo no ama a su suelo natal?

En “Los abuelos de mis abuelos”, el autor escribe cargado de brío para homenajear a nuestra identidad nacional, al abanico de razas que conforma nuestra patria; y hace alusión a la obra de José María Arguedas: “urjo/ que tu oreja sea chacra / de viejos caracoles/ y pronto relinche/ por todas las sangres/ cholo soy/ son mis venas ríos profundos/ de aguas anchas y plurales”. Más adelante, le pide prestado a Julio Ramón Ribeyro su palabra del mudo para pedirles a todos aquellos que viven en silencio que se decidan a hablar: “ven hermano/ húndete en mi pellejo/ tu pellejo al fin/ y no sufra más la palabra del mudo”.

Por último, la parte final, titulada “Nostalgia de barro” es una evocación a la mejor etapa de la vida de todo ser humano, la infancia. Sus versos representan al hogar paterno a través de imágenes grabadas en su memoria y en la memoria de su hogar: “abuela escoge el trigo/ o juega con sus trenzas/ o rumia ronquidos/ tanteando y saboreando ayeres en su boca desgastada”. Escucha la voz de su madre mezclada a su voz de niño: “ve hijito, anda, juega/ no, mami, no quiero”.

Por eso, Nostalgia de barro es un poemario cargado de imágenes, sonidos y un ritmo fuerte y acompasado desde el principio hasta el fin. Leerlo ha sido en verdad una gratificante experiencia.
Lima, febrero de 2012

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